Los gitanos aún tienen sabor* Por: Guillermo Hoyos Trujillo Actualidad Étnica, 10/08/2007. La población Gitana del país no excede de diez mil personas. Se han tornado citadinos, y en parte han abandonado su eterno peregrinar. Esta es la historia de un pueblo que por siglos se ha visto envuelto en el misterio. Años atrás, aproximadamente entre 1910 y 1950, la presencia de los Gitanos con sus tiendas y toldos que solían levantar a la entrada de los poblados era visible en tiempos de ferias y fiestas. Las Gitanas decían la buenaventura, y los hombres jineteando y negociando cabalgaduras, ponían una nota de alegría y colorido en el ambiente. En la actualidad los integrantes de la etnia ejercen diferentes oficios, hay mecánicos, talabarteros, chalanes; sobresalen en la elaboración de productos metálicos; son buenos veterinarios empíricos. Y hasta cuentan con un jinete profesional: Lelio, quien desde la clausura de los hipódromos de Bogotá se ha dedicado a otros quehaceres, como trabajar el cobre. Las mujeres adivinan la suerte, confeccionan y venden artesanías. “Todavía hay mucha gente que se hace leer el destino en la palma de la mano, algunos creen en lo que les decimos, otros no --Dice Flor Cristo, Gitana joven que habita en el barrio La Igualdad, en Bogotá, D.C.--. Tenemos una tarifa fija de mil pesos. A veces llevo una niña alzada que me acompaña”. La mayoría de los hombres ha abandonado el atuendo tradicional de la gitanería y con sus bluyines, chompas, camisas sin corbata, en nada difieren del común de las gentes. Por el contrario, las mujeres prefieren el traje clásico de la tribu, largo y multicolor; las casadas llevan una pañoleta anudada en la cabeza para indicar así su estado civil. En Colombia aunque no existen estadísticas sobre el particular es notorio el descenso de la población Gitana en los últimos años. Se estima que su número no excede de diez mil, de acuerdo con indagaciones hechas con miembros del clan. Son pequeños núcleos, grupos familiares, que se aferran a sus costumbres y tradiciones con nostalgia del pasado. Las principales comunidades zíngaras se hallan localizadas en Bogotá, Medellín, Bucaramanga, Cúcuta, Cali y el Valle del Cauca, región esta última en la cual tanto se amañan por el clima y la belleza incomparable de sus paisajes. En la palma de la mano Pero antes de seguir adelante es bueno hacer un ligero paréntesis para conocer así sea de manera breve y sucinta algo de la historia de este pueblo. Su origen, procedencia, y quienes son. Hoy todos los eruditos están de acuerdo que el origen étnico de los zíngaros se inicia en la India. Los zingarólogos, estudiosos de esta temática y ciencia al mismo tiempo, coinciden a través de numerosos libros y escritos en calificar a los Gitanos de “pueblo extraño que ha vivido por siglos envuelto en el misterio”. En un principio y como pueblo primitivo de acuerdo con la imagen clásica, los Gitanos marcharon hacia el sol poniente, tratando así de ganar tiempo sobre la duración del día y rehuir en esta forma la muerte. Bajo la amenaza y la presión guerrera de los pueblos bárbaros y al igual que los judíos, los zíngaros iniciaron la más grande dispersión que conoce la historia de la humanidad. A Europa llegaron en el siglo XV en pequeñas bandas, a cuyo frente iban los jefes que se denominaban con los pomposos nombres de condes y duques del pequeño Egipto, con vistosos trajes de colores. Se establecieron en Alemania, Hungría, Francia y España. En Rusia, Catalina La Grande los incorporó al imperio en calidad de siervos, pero no los persiguió. En la época zarista las bailarinas Gitanas de gran belleza procedentes de Hungría, danzaron con gran éxito al son de sus violines y panderetas en los palacios de la nobleza de San Petersburgo, y muchas se casaron con aristócratas de rancio abolengo. “En Francia las gentes se hacían leer las palmas de las manos para adivinar así su presente y su futuro, lo cual generó numerosas disputas matrimoniales, pues maridos y mujeres eran informados de sus desventuras conyugales, reales o imaginarias. Al marido le decían: “Tu mujer te ha puesto los cuernos”, y a la mujer: “Tu marido te engaña”” –escribe Francoise de Vaux de Foletier, en el libro “Mil años de historia de los Gitanos”. Esto provocó la intervención del obispo de París, que prohibió la lectura de la palma de la mano bajo excomunión. Agrega Vaux de Foletier, en la obra citada, que en 1427 un numeroso grupo de Gitanos llegó a las puertas de París, pero el burgomaestre no les permitió el acceso a la ciudad, no obstante lo cual iba a visitarlos todos los días fascinado por los relatos de sus extraordinarias aventuras que no se cansaba de escuchar. Para el mundo pasó inadvertido el hecho de que en la Alemania de Hitler (1933-1945) doscientos cincuenta mil Gitanos fueron fusilados, ahorcados o muertos en las cámaras de gas. Se pretextó para ello que los Gitanos ponían en peligro la sangre aria de los conquistadores germanos, lo cual no dejaba de ser una redomada falacia contra un pueblo indefenso, si se tiene en cuenta que los zíngaros no se casan sino entre gentes de su raza. El destino es familiar Las primeras inmigraciones de zíngaros a Colombia datan de finales del siglo pasado [XIX] en medio del fragor de la Guerra de los Mil Días. A este respecto, don Gregorio Gómez, un anciano de la tribu, relataba ya hace algunos años: “Mis padres me trajeron de Cataluña cuando yo tenía dos años. La familia estaba en Bucaramanga en los días en que se libraba la batalla de Palonegro”. En la capital de la República, en los barrios de La Pradera y el contiguo de La Igualdad, al sur de la ciudad, se halla un importante conglomerado de Gitanos, quince o veinte familias, ciento cincuenta personas en promedio. Al inquirir sobre sus condiciones de vida, don Carlos Cristo, un hombre fornido, cincuentón, jefe muy respetado por el vecindario y quien habita con su familia en una casa-lote propia que le sirve de vivienda y taller en La Pradera, dice: “Trabajamos el cobre para hacer ollas, tambores y canecas de acero inoxidable. Pertenecemos a la iglesia evangélica, pues hallamos la verdadera fe y somos practicantes, y además gente pacífica que no nos gusta meternos en líos y problemas con los demás”. Entre los Gitanos la estructura familiar es muy sólida, y por así decirlo no se separan jamás. Y cualquier ocasión es buena para una reunión de familia. “Amamos al prójimo, desde luego, pero preferimos la compañía de los nuestros, de los integrantes de nuestro clan, de la raza”, dice una Gitana de edad madura. Entre los jóvenes muchas veces se llaman “primos” y entre los mayores, “tío” o “tía”. En sus casas son muy bien recibidos los de su raza, costumbre que les han inculcado desde pequeños. Un modesto pasar En Colombia, a diferencia de lo que sucede en los Estados Unidos y en algunos países europeos, no hay Gitanos ricos ni acomodados: si acaso los más afortunados y laboriosos tienen un modesto pasar. En el contexto laboral y de subsistencia, el estatus de los Gitanos en nuestro medio se halla dentro de la economía informal, el rebusque, con ingresos que según afirman no llegan al mínimo. La casa que habita Flor Cristo, sobrina de Carlos, en el barrio La Igualdad, cercano a La Pradera, con su esposo, dos hijas y otra familia más, doce personas en conjunto, es un auténtico hogar Gitano. La residencia está adornada con alfombras, tapetes, edredones de vivos colores. Flor y sus dos hijas lucen el clásico atuendo Gitano, vestidos de finas telas y elevados costos. ¿A cuánto asciende el ingreso mensual en el núcleo familiar? Flor Cristo: “En este hogar mío trabajamos cuatro personas, dos hombres y dos mujeres, y ganamos un promedio de doscientos mil pesos, pero afortunadamente la casa es propia y no pagamos arriendo”. Así son los Gitanos. En el país y no obstante ser un grupo pequeño, siguen siendo una etnia alegre y despreocupada, y las amarguras y sinsabores se olvidan pronto con el vino y la música de sus violines y panderetas. “Bailar Gitanos, bailar/ bailar también las Gitanas”. Perlas Gitanas: - Son de natural pacífico, detestan riñas y camorras, y todos los conflictos, problemas y líos se dirimen entre la comunidad. Al culpable se le impone una multa o se le expulsa durante un lapso de tiempo, y dada la fuerte cohesión racial que existe entre ellos, le temen a este castigo que los lanza al ostracismo. - En Colombia además del castellano hablan el romaní, la lengua zíngara de la familia llamada indoeuropea, y que ha tomado palabras de los países que ha recorrido. - Los “zingarólogos” aseguran que los Gitanos tienen o tenían tres nombres: el que le da la madre al nacer en secreto, el segundo que recibe en la pila bautismal, y el tercero por el cual se le conoce en la comunidad. Vania de Gilda precisa que se trata “de una forma de orgullo de casta que se niega a entregar a todo el mundo un bien tan íntimo como es el propio nombre”. - Se casan entre los integrantes de la tribu, pero actualmente los varones pueden contraer nupcias con mujeres que no sean Gitanas, ya que pueden imponer la condición de que los hijos sean educados en sus tradiciones. - Los festejos que siguen a los matrimonios son alegres, bulliciosos. Antes se prolongaban hasta ocho días, pero hoy se han reducido a uno o dos y los costea el padre del novio. El marido [sic] y el padre de la novia acuerdan el monto de la dote, que puede ascender a uno o dos millones de pesos. - Los Gitanos están presentes en la literatura universal, con personajes en las obras de Cervantes, Shakespeare, Moliére, el “Romancero Gitano” de García Lorca y en la literatura colombiana en “Cien Años de Soledad”, de Gabriel García Márquez. *Tomado de: Cromos. No. 4.062. 4 de diciembre de 1995. Bogotá, D.C. Pp. 68-73. Actualidad Étnica - 10 Ago 2007 |